Cuernavaca, México, jueves 22 de septiembre de 2005, 8:22 PM.
Le prometí a Antonio Castillo que hoy escribiría un pequeño artículo sobre DTE para publicarlo en su sitio Web. En los últimos días
se ha hablado mucho sobre los vicios laborales de los desarrolladores de software, de lo mal que viven, de lo poco que les pagan; de las decepciones, las obsesiones y la desesperación que merman sus objetivos existenciales más nobles, y en muchos casos los aniquilan. DTE es una iniciativa surgida en mi exilio reflexivo de 2004, un año después de que una caótica y risible empresa de software explotara junto con mi estilo y calidad de vida. Cuando aquel colapso se veía llegar, alcancé a deducir que sería mejor trabajar sólo en las áreas de programación dónde realmente fuera bueno, y así no angustiarme con los malos resultados de las áreas donde mi desempeño era más pobre, que eso lo hiciera alguien más bueno que yo; había roto por fin la envoltura plateada del egoísmo profesional, pero en ese momento parecía ser demasiado tarde. Ya en la primavera de 2004, bajo la fresca sombra de la Catedral de Cuernavaca y con el reparador cobijo del destierro, me hacía cuestionamientos más profundos y desprendidos sobre si era posible ordenar el mundo de los desarrolladores de software y dignificar su profesión; lograr un nuevo universo de armonía y buena paga, donde todos tuvieran oportunidad de colaborar en más de un proyecto haciendo lo que mejor sabían hacer, trabajando como especialistas respetados.
Así surgió mi concepto de
División Horizontal del Trabajo, que posteriormente fue acuñado como
Distribución del Trabajo por Especialidades (DTE). Trece colegas de diferentes lugares de América formamos una especie de sociedad secreta para la definición y estructuración de este nuevo y prometedor paradigma de trabajo. Finalmente fuimos cuatro los que impulsamos con mayor fuerza la maduración del concepto DTE: el administrador de datos Antonio Castillo, el analista Edgar Salcido, el diseñador visual Mario Taboada y el bibliotecario que escribe estas líneas. Cuatro desarrolladores especialistas, modestia aparte muy buenos en sus respectivas áreas. Si realmente existieran los llamados
head hunters, alguna prestigiosa compañía de software con visión inteligente de negocios ya nos habría incorporado a los cuatro como parte de su staff. Por el momento cada uno de nosotros mantiene su propio rumbo empresarial, sin descartar que un día nos integremos como compañeros de oficina. Hace no mucho tiempo uno de ellos me dijo: «Ojalá llegue el día en que alguno de los cuatro cuente con los medios para reunirnos en una sola empresa». Entonces le contesté en tono de broma: «En mi zona viven varias viudas con dinero, veré que puedo hacer».
Pero mientras me ligo o no a una viuda millonaria, temo que tendremos que seguir trabajando con ahínco, fortaleciendo a la Informática con los medios de los cuales dispongamos. Por lo pronto ha llegado la hora de escribir ese artículo sobre DTE. Estén pendientes.
Al González.
