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Antiguo 27-07-2004
santana santana is offline
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santana cantidad desconocida en este momento
Pufffff

AHI VAAAAA!!!

Había una vez un hombre que tenia una loca pasión por las judías, aún cuando siempre le producían situaciones embarazosas debido a estruendosas reacciones intestinales.

Un día conoció a una chica de la que se enamoró. Cuando ya era una realidad que se casarían, se dijo a si mismo: " Ella es tan dulce y tan gentil, que nunca aguantaría algo como esto ".

Así el tipo hizo un sacrificio supremo y abandonó para siempre las judías.

La pareja se casó y un año después, un día el hombre tuvo un pequeño inconveniente con su automóvil mientras volvía del trabajo y llamó a su señora:

- Cariño, llegare un poco tarde, tendré que esperar un buen rato hasta que arreglen el coche.

En la espera, entro en un bar y no pudo resistir la tentación... pidió un plato de judías, que estaba tan... pero tan bueno, que decidió repetir dos platos más.

Se pasó todo el camino a casa ventoseando cual motocicleta tirándose terribles pedos y al llegar a casa creyó estar lo suficientemente seguro de que había expulsado hasta el último gas intestinal.

Su esposa estaba muy contenta y agitada por su llegada. Al verlo, le dijo:

- Mi amor, esta noche tengo una increíble sorpresa para la cena...

Ella le vendó los ojos en la entrada de la casa y lo acompaño hasta una de las sillas del comedor, donde lo sentó.

Justo cuando ella le iba a quitar la venda de la cara, sonó el teléfono. Ella le dijo entonces:

- Por favor, cariño, no te quites la venda de la cara hasta que vuelva de hablar por teléfono.

Tomando en cuenta la oportunidad y sintiendo inesperadamente una repentina e inaguantable presión intestinal, apoyó todo su peso sobre una de sus piernas y dejó escapar un impresionante pedo. De un nivel sonoro importante y tan oloroso que no lo soportaba ni el autor. Sacó del bolsillo un pañuelo y empezó a moverlo vigorosamente para ventilar la habitación.

Todo volvía a la normalidad, pero de pronto sintió ganas de tirarse otro, por lo que volvió a apoyar el peso de su cuerpo sobre una pierna y lo dejó escapar.

Comparado con el otro, éste fue superior en decibelios y más oloroso aún.
Desesperadamente, movió con frenesí el pañuelo para ventilar el comedor, invadido ya por un terrible tufo.

Con un oído atento a la conversación telefónica, le vinieron ganas de tirarse uno mas, y se lo tiró. La cosa se puso difícil y por el aroma se le hacía imposible respirar.

Siguió desesperadamente y con los ojos vendados, moviendo el pañuelo una y otra vez para aventar aunque sea levemente aquel espantoso olor.

En un momento, oyó que su esposa colgaba el teléfono, lo que indicaba el fin de su libertad. Colocó su pañuelo en el bolsillo del pantalón, cruzó sus piernas y sus brazos y esbozó una sonrisa de oreja a oreja, intentando la mejor imagen de la inocencia.

Disculpándose por haber estado tanto tiempo al teléfono, su esposa le pregunta si se había movido el vendaje y había visto algo. El le aseguró que no había visto nada y ella, entonces, le quitó la venda de sus ojos.

Y allí estaba la sorpresa:

Doce invitados a cenar, sentados alrededor de la mesa dispuestos a comenzar su fiesta de aniversario.

Saludos.
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