07-03-2009
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Capo
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Hablando de AMISTAD.
Cita:
A mi fiel compañero
Columna en El Avance 23 Febrero 2009 39 comentarios responder
Me faltaste desde siempre, amigo. Te encontré siendo yo aún un niño entre las páginas de un cómic y desde entonces te eché de menos. Tendría yo unos ocho o nueve años; aquel verano caí enfermo de neumonía y tuve que quedarme en cama largas semanas. Mi monopatín naranja y mis gafas de bucear se quedaron en un cajón, y yo me sumergí en la lectura para no morir de puro tedio. El Hombre Enmascarado, aquel héroe solitario que había jurado consagrar su vida a combatir la crueldad y la injusticia, dejó que mi infantil alma aventurera le acompañase en su cruzada contra el mal. Juntos surcamos los mares y luchamos a muerte contra los piratas, y una lluviosa tarde, paseando a caballo por la jungla, te encontramos y te salvamos la vida. A tu madre la habían matado unos indígenas, y tú, un cachorro de lobo negro como la noche, vagabas moribundo. El Hombre Enmascarado te llevó a su guarida y curó tus heridas. Tú te convertiste en su fiel compañero de aventuras, y en innumerables ocasiones arriesgaste tu vida para salvar la suya. A mí me fascinaron tu valor, tu fiereza, tu lealtad; recuerdo haberme jurado no pasar por este mundo sin conocerte.
Luego pasó el tiempo y al niño soñador que un día fui le acabaron saliendo canas, pero nunca dejé de soñar contigo. Y un buen día viniste a casa. Te trajo mi madre, envuelto en un trapo. Venías gimiendo, medio muerto, cubierto de barro y con el cordón umbilical aún colgando. Hacía pocas horas que habías nacido. Te encontraron en el campo; algún desalmado te arrojó a una acequia en cuanto llegaste a este mundo. Tus hermanos de camada yacían muertos a tu lado, pero tú aún te resistías a morir. Llorabas con fuerza y luchabas por salir del barro. Te reconocí enseguida: eras negro como la noche.
Nos dijeron que durarías pocos días, pero yo no lo creí. Durante dos semanas lloraste sin parar; nos temíamos lo peor. Pero nunca nos rendimos. Nos turnamos para cuidarte y darte todo el cariño que pudimos. Hasta que una mañana cesó tu llanto y empezaste a dormir plácidamente, y cuando nos quisimos dar cuenta te habías convertido en una fiera de cuarenta kilos, un pastor belga fuerte y ágil al que siempre confundían con un lobo. Me elegiste a mí como dueño y me rendiste pleitesía. Dormías a los pies de mi cama, siempre alerta, como si velaras mi sueño. Una noche desperté y te encontré sentado frente a la ventana, aullándole a la luna. Te llamé y viniste a lamerme la cara. Eras una criatura salvaje que había decido ser mi amigo. Justo como yo había soñado.
Trece años siendo mi inseparable compañero. Te he llevado conmigo a todas partes. Juntos nos hemos pateado la ciudad, hemos visto amanecer en el mar, nos hemos perdido por el campo, y tú siempre a mi lado, alerta y feliz, fiero y leal. En todos estos años no me has fallado nunca. Y ahora el que tiene canas eres tú; estás viejo y ya no estás tan ágil. Te cuesta encaramarte a la cama y ya no te gusta correr. Pero cada vez que paseamos por la playa tú vuelves a ser ese cachorro de lobo negro, y yo aquel niño de alma aventurera que se sentía invencible.
Hoy me aterra pensar que un día de estos tu corazón dejará de latir, y yo tendré que llevarme en brazos tu cadáver y enterrarte en alguna parte. Luego tendré que volver a una casa terriblemente vacía sin saber cómo soportar tu ausencia, y el único consuelo será saber que, en realidad, todo salió de la mejor forma posible. Siempre te agradeceré que no te dejases morir en aquella acequia, que luchases con todas tus fuerzas por sobrevivir; estoy convencido de que tú tampoco querías abandonar este mundo sin haberme conocido. Gracias, amigo.
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Un Saludo.
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