La parte que más me gusta es cuando Chuck Norris acaba con Maradona retorciendo el larguero de una portería alrededor de su cuerpo, y luego llega Bruce Lee y enrolla el pasto de la cancha con ellos en su interior, se fuma el enorme cigarro en una sola chupada y exhala un espeso humo negro del cual surge, cual genio de lámpara, Benedicto XVI.
Desde entonces medio planeta odia a Lee, y no precisamente por desintegrar a Norris y Maradona...
P.D. El cigarro lo encendió con la llama del pebetero olímpico del estadio.