Esto me recuerda a lo que sucedió en marzo de 2003 en Chihuahua. Una jovencita de 15 o 16 años de edad desapareció y fue asesinada en circunstancias muy misteriosas. La sociedad de aquella ciudad, entonces todavía de costumbres muy conservadoras en su mayoría, se indignó al grado de exigir acciones inmediatas por parte del gobernador y del procurador locales (éste último, por cierto, era muy conocido debido a sus amistosos vínculos con la mafia). El común de los ciudadanos temía que la tranquila Chihuahua fuera a convertirse en otro
Ciudad Juárez, donde para mayor desgracia los casos de asesinatos de adolescentes se contaban y creo se siguen contando por montones.
Desde meses o quizá años atrás, en la esquina de la Avenida Aldama con la calle 7a., en pleno centro de la ciudad, solía apostarse un joven de aspecto extravagante; flaco, siempre de negro, con el cabello enredado a más no poder y largo hasta la altura de las pantorrillas. Su nombre: Ulises; su apodo:
La Changa; su
delito: ser el chivo expiatorio perfecto en una comunidad de persignados. La changa solía emplear en esa pintoresca esquina un altavoz con el que, al caer la tarde, lanzaba reclamos, acusaciones, improperios, insultos (de todo en realidad) contra el gobierno local. Aquella imagen resultaba repulsiva para unos, grotesca para otros, extraña para otros más, curiosa para unos cuantos y hasta graciosa para los más
open mind. Rara vez se le veía acompañado por alguien más que su templada esposa. Era una persona contra
el sistema, un soldado sin poder político contra la política del aplastamiento. El golpe del tirano Patriarca se veía venir.
Pobre ingenuo, ¿no sentirá miedo al gritar todas esas cosas?
Pues encontraron la excusa perfecta para arrestarlo, y el arresto perfecto para calmar la vena alterada de las señoras que comenzaban a ir a misa con más frecuencia.
Chihuahua: estad tranquila, hemos atrapado al Diablo. El Patriarca, quien tiempo atrás había demostrado ser inmortal al guardar una bala en su cabeza y salir lúcido del hospital algunos días después, se alzó el cuello al terminar la administración y consiguió los votos necesarios para que su partido ganara las elecciones del siguiente año. Chihuahua respiró tranquilo, excepto Ulises y su esposa, quienes injustamente fueron encerrados en la nueva cárcel de la ciudad.
El resto de la historia puede ser encontrado en Google.
Un abrazo en la Séptima y Aldama.
Al González.
