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[Al González] Al González is offline
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Gracias, Miguel, Eliseo, Felipe, kuan-yiu, Francisco. Les mando un gran abrazo a los cinco.

Cita:
Empezado por kuan-yiu Ver Mensaje
Así que dada la evolución de esta enfermedad y los descubrimientos que surgen día a día usar mascarillas y guantes cuando se sale de casa no parece descabellado, sobre todo si se convive con personas con factores de riesgo. También realizar protocolos de limpieza extra en pomos, llaves, celulares y todos esos sitios que nunca recordamos limpiar
Tal cual. Mi salida de ayer fue con mascarilla y así serán las que le sigan.

Hoy cumplo una semana con este régimen de aislamiento parcial. Mi siguiente salida es mañana, pero cambiaré la hora, ya que muchos comercios comienzan a cerrar temprano, además de ser necesario recibir una poca de luz solar (a mi pequeño patio sólo le llega del cenit). Y no creo prudente ir hasta las plazas comerciales de las afueras, amén de que eso por lo general hace que el dinero salga de tu región. Soy de la idea de que en la medida de lo posible hay que comprar productos locales. Escucho de personas que están comprando víveres para dos o tres semanas. Yo no puedo hacer eso con todos los alimentos, porque mi refrigerador no congela, está perdiendo gas; y no me creo capaz de repararlo yo mismo. Ahora me arrepiento de no haberlo mandado arreglar antes.

Pero, de algún modo, salir sin ir muy lejos tiene su beneficio mental y físico, aunque en la calle no hable ni tenga contacto con nadie. Por otra parte, he dispuesto de una de las oficinas que ofrecía al público como área personal para hacer ejercicio; encontré una barra de metal en la bodega que podría colocar con argollas por debajo de una mesa. Algunas botellas de agua la harán de mancuernas. Para los que desarrollamos el hábito, dejar de asistir al gimnasio o de practicar algún deporte es quitarnos dos rayitas de alegría.

Mientras tenga libros por leer, películas gratis en Internet y mi taladro y sus brocas sigan en condiciones (y pueda pagar el recibo de la luz) podré estar entretenido haciendo cosas útiles o sanamente distractoras. Pienso mucho en qué gastar y en qué no, porque pronto se terminará lo poco que milagrosamente obtuve hace tiempo por una base de datos que convertí. Llevo ya más de un año sin una posición laboral "decente", y estos espacios de coworking a lo cual me he dedicado mientras tanto no han logrado ser todavía un verdadero negocio. Desde diciembre vengo arrastrando tres meses de alquiler y, con la que se viene, lo mejor es ir pensando en una especie de reset, el cual temo será mundial. Ahora pienso que un sistema de trueque con los vecinos se volverá común por estos lugares. Aquí, en México, la moneda ya perdió estabilidad y no parece que quede algo sólido en que sostenerla.

Me pasa por la mente que si Italia y España están viéndolo extremadamente difícil, y de verdad lamento mucho que amigos aquí presentes sean ya parte de las estadísticas de afectación directa o indirecta, ¿cómo le irá entonces a países con la carreta atorada como México, Argentina o Colombia? Y el auténtico desastre humanitario que será para los países africanos.

Todo esto me hace pensar en lo mucho que criticamos al sistema capitalista y sus defectos durante años y lo poco que hicimos para verdaderamente cambiarlo. Era tan frágil la forma de vivir que teníamos, ¿de qué sirve que sólo una pequeña minoría estuviéramos más o menos conscientes de ello y no pasáramos de la frágil protesta.

El decaimiento de mi economía personal ha sido lento, por lo cual hasta el momento no se siente tan duro. Sin embargo no sé cuántas vueltas más me apretarán. Así estamos millones; y peor están miles de millones.

Si alguien encuentra una vacuna y la forma de producirla rápido en cantidades ingentes, el fin de esta historia podría ser un poco menos calamitoso. Pero, aunque soy optimista respecto al futuro lejano de la humanidad, tengo mis dudas respecto al corto y mediano plazo.

Miro por la ventana. Es menor la cantidad de personas que pasan por mi acera, pero todavía noto pocas precauciones. Hasta el momento ocho pesos de ingresos: tres de una llamada telefónica y cinco de una activación de Wi-Fi. En un día normal recibo con agrado lo que me permitirá comprar un buen aguacate o cuatro huevos, por ejemplo. Pero a estos clientes, un chico que andaba en el centro por un trámite y otro que atiende las mesas de la cafetería vecina, ambos desentendidos de la pandemia, los atendí sintiéndome ajeno a cualquier beneficio que la transacción fuera a tener para ellos o para mí. Desinfectando el teléfono y las monedas, pero viéndome a mí mismo a la deriva y un poco enfadado.

Ahora una señora de cabellera nutrida y canosa se ha sentado en mi banca; se acomoda su hermosa melena en forma de moño; parece que vienen ella y su hija a consulta con alguno de mis vecinos médicos. Pero se ven enteras. Casi todo el mundo se ve rebosante de salud. Es como si el dragón que sopla sobre el mundo sólo existiera en la mente de los pesimistas, esos "exagerados" que nos estamos guardando en casa.

Perdonen si hoy escribí fatal.
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