Pues sí, ya comienza esta inédita pero predecible convulsión. Los de abajo empiezan a notar que como ellos hay muchísimos más en el mundo, y eso transforma su frustración en enojo. Y es que por la ventana del Internet se puede ver el tamaño real de la desigualdad.
Hubiésemos querido que esta concienciación fuese a paso prudente pero firme, al tiempo de realizar grandes cambios que mejorasen las condiciones de vida, pero hemos avanzado tan lenta y egoístamente que el efrit ha terminado escapando con furia del jarrón.
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