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marcoszorrilla 27-03-2008 22:12:28

¡La lechera era la leche!
 
Cita:

'Venderé el cántaro de leche y con el dinero que obtenga compraré una pocilga que adecentaré un poco y convertiré en vivienda. Si me costó 100, la venderé por 200. Con esos 200 compraré una habitación mugrienta que venderé, tras haberle lavado la cara, por 400. Con esos 400 compraré un estudio de 25 o 30 metros cuadrados, al que daré un aire informal, bohemio, como de artista, y lo revenderé por 800. Con esos 800 compraré un apartamento minúsculo con cocina americana en el centro de la ciudad. Al poco, lo revenderé por 1.600 y así, sin dar un palo al agua, habré multiplicado mi capital en menos de lo que canta un gallo'.


La lechera era muy fantasiosa, pero no tenía un pelo de tonta. Sabía, pues, que de un momento a otro tropezaría con un adoquín y perdería el cántaro de leche con el que pretendía levantar un imperio inmobiliario. Pero como avanzaba y avanzaba sin que le ocurriera nada, se fue creciendo e imaginó que cuando tuviera 10 o 12 bloques de pisos llegaría un cliente dispuesto a dar por ellos lo que no valían a cambio de pagar con dinero negro. Por entonces, la lechera prefería el dinero negro porque le sacaba más beneficios que al legal. Si el precio de las casas no hacía otra cosa que subir y subir, se debía en parte a las técnicas de blanqueo de los capitales sumergidos y en parte a la ayuda de los ministros del Gobierno, cuyas declaraciones, según las cuales el hecho de que ningún asalariado normal pudiera acceder a una vivienda digna era un síntoma de salud económica, alentaban la especulación inmobiliaria.

Ya estaba a punto de llegar. Pensó que ahora tropezaría y adiós cuadra, adiós habitación, adiós estudio, adiós piso, adiós dinero negro. Pero entró en el mercado sin problemas, vendió la leche y compró la cuadra, el estudio, el apartamento, el piso... Se convirtió, en fin, en una empresaria respetada sin haber trabajado un solo día de su vida. '¿Pero qué cuento es éste?', se preguntó una noche frente al espejo, mientras se perfumaba para acudir a una recepción en el Ministerio de Fomento. 'Alí Babá y los cuarenta ladrones', le respondió el espejo. 'Pero si yo creía que era La Lechera', dijo. Y es que aquella mujer no era la lechera: ¡era la leche!

Moraleja ni las vacas tienen 200 tetas ni las lecheras son de hierro ni te pases con los pisos que pisas.

Enlace.

Un Saludo.

Fate 29-03-2008 00:52:54

Que pedo?
 
mi no entendiendo...

Aunque empezó bien la historia no supe que pedo después

rcarrillom 29-03-2008 06:20:49

Eh:confused:
Acaso el secreto está en entender "¡era la leche!"? Recuerden que no todos los hispanohablantes compartimos el mismo significado de una frase.
Resumiendo: No le entendí :D

marcoszorrilla 29-03-2008 14:16:30

La explicación esta basada en el célebre cuento de la lechera de Félix María de Samaniego.

Cita:

El cuento de la lechera
Llevaba en la cabeza
una lechera el cántaro al mercado
con aquella presteza,
aquel aire sencillo, aquel agrado,
que va diciendo a todo el que lo advierte
"¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!"

Porque no apetecía
más compañía que su pensamiento,
que alegre le ofrecía
inocentes ideas de contento,
marchaba sola la feliz lechera,
diciéndose entre sí de esta manera:

"Esta leche vendida,
en limpio me dará tanto dinero,
y con esta partida
un canasto de huevos comprar quiero,
para sacar cien pollos, que al estío
me rodearán cantando el pío, pío.

Del importe logrado
de tanto pollo mercaré un cochino;
con bellota, salvado,
berza, castaña engordará sin tino,
tanto, que puede ser que yo consiga
ver cómo se le arrastra la barriga.

Llevarélo al mercado,
sacaré de él sin duda buen dinero;
compraré de contado
una robusta vaca y un ternero,
que corra y salte toda la campaña,
desde el monte cercano a la cabaña."

Con este pensamiento
enajenada, brinca de manera
que a su salto violento
el cántaro cayó. ¡Pobre lechera!
Adiós leche, adiós huevos,
adiós dinero, adiós lechón,
adiós vaca y ternero.

¡Oh loca fantasía!
¡Qué palacios fabricas en el viento!
Modera tu alegría,
no sea que saltando de contento,
al contemplar dichosa tu mudanza,
quiebre su cantarillo la esperanza.

No seas ambiciosa
de mejor o más próspera fortuna,
que vivirás ansiosa
sin que pueda saciarte cosa alguna.
No anheles impaciente el bien futuro;
mira que ni el presente está seguro.

Félix María de Samaniego

Un Saludo.


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