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marcoszorrilla
17-03-2005, 22:12:35
Bien podía haber ido en Noticias, pero esto bien mirado puede ser de risa, o para llorar, lo cierto es que con motivo de los 5.000 mensajes de nuestro compañero Román, no he querido publicarlo en el Foro de Noticias, pues no sería más que una mota de polvo ante tan grande "fazaña".



Autores y editores, contra el resto del mundo
La cultura es cosa (sólo) del vendedor

Uno creía haberlo visto todo, pero no. Para pasmo del mundo los creadores e intermediarios culturales, apoyados por algunos políticos, han decidido que en el campo cultural el comercio es cosa de uno, y los clientes que se aguanten. O lo tomas o lo dejas; las normas las decide el que vende, y quien compra no tiene derecho a opinar. Para nuestra industria cultural ni los distribuidores (las telefónicas) ni sus clientes tienen nada que decir en la confección de las leyes que rigen el comercio cultural. La única voz que debe ser escuchada es la suya, y a los demás, que nos vayan dando. La carta que las sociedades de autores han dirigido al ministro Montilla no sólo rechaza que los consumidores tengan voz; además confunde churras con merinas, mezclando la piratería analógica del 'top manta' con la Red sin que venga a cuento. Nunca se había visto en el mundo del comercio una arrogancia como la de dictar las normas unilateralmente y en contra de su propia clientela. Y luego se extrañan de que les pase lo que les pasa...

Ingenuo que es uno, pensaba que la cultura era el 'conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.'; tal y como la define el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española en su tercera acepción. Para la industria cultural española, sin embargo, la cultura no es más que una mercancía que debe ser protegida a toda costa; aunque sea a costa de sus propios consumidores. ¿O debiéramos llamarles disfrutadores? No importa: para los creadores y editores en España lo importante es que las leyes se hagan como ellos desean, y sobre todo sin escuchar siquiera a nadie más.

¿Qué razón podría tener una industria para escuchar a sus clientes, me pregunto? Cuando son todos una panda de piratas 'cuyas actuaciones en los actuales marcos jurídicos, les coloca fuera de la legalidad' (sic).

Y esto viniendo de una industria tan incapaz de adaptarse al presente que han permitido que el 70% de su mercado en Internet se lo lleve una empresa de otro sector.

Si alguien necesita entender por qué está ocurriendo lo que ocurre en el negocio de la música, no tiene más que leer despacio esa carta, en la que la industria fonográfica casi justifica cualquier cosa que les ocurra. Para ellos no hay otra forma de comercio que aquella que los vendedores impongan; nada tienen que opinar los compradores, ni los nuevos distribuidores de sus mercancías, que sin participar en la negociación 'actuarán en la dirección adecuada que, por otro lado, no será otra que la que marque la ley'; ley que deben cumplir pero en cuya elaboración no tiene por qué participar.

Y se extrañan de que sus distribuidores y sus clientes pasen de ellos.

Hay un nombre para los mercados en los que la que la oferta controla los términos del comercio sin escuchar a la demanda, forzando su mano, considerándolos de antemano delincuentes. Se llaman mercados cautivos, y son rechazables incluso aunque leyes aprobadas a medida los hagan legales. No es así como se hacen las leyes en las democracias, atendiendo sólo a uno de los sectores implicados, decidiendo que la solución de un problema es negarse a escuchar y después encarcelar (o multar severamente) a quienes no se quiso dejar participar.

Va a ser cuestión de recordar a los autores y editores que sin compradores, no hay industria; y a los ministros que sin votantes, no hay gobiernos. Las leyes pueden ser draconianas, pero si su consecuencia es meter en la cárcel a millares de personas por oír música sin escucharles siquiera, transformando de paso a las telefónicas en policías, mucha gente va a sufrir. Sufrirán los autores y editores, que se ganarán a pulso la enemiga de todos sus posibles clientes. Sufrirá el gobierno implicado, que recibirá el aborrecimiento de muchos votantes y colocará en el bando de enfrente a una de las industrias más dinámicas y ricas del país (y me refiero, claro, a las telecos). Y sufriremos todos, al ver que se cometen injusticias y al ver los dineros del reino desperdiciados en una fútil lucha contra la marea, en lugar de dedicarlos a enfrentar la delincuencia con víctimas, los delitos reales.

Ojalá prevalezca la lógica y no sea necesario demostrarles a políticos y mercaderes que nosotros, los votantes, los compradores, estamos aquí y tenemos voz y voto, con la papeleta o con la tarjeta de crédito. Ojalá los autores y editores recuperen el juicio y se den cuenta de que hablar con sus distribuidores y clientes es su única salida. Porque la cultura no es de los mercaderes, por mucho que se empeñen; las leyes no son de las industrias, y los gobiernos no son de los ministros. Nosotros también contamos. Fomentar la cultura es fomentar el diálogo; sin discusión lo que hay es mercado e imposición. Si no nos dan voz, tendremos que gritar para hacernos oír. Y no será bonito.



((<Enlace>)) (http://navegante2.elmundo.es/navegante/2005/03/17/weblog/1111020247.html)

Un Saludo.